lunes, 26 de octubre de 2009

Homenaje a Andrés Montes

Creo que es de ley el que dedique unas líneas a un tío por el que siempre he sentido una verdadera devoción. Pocas personas se podrá encontrar uno agarrado a un micrófono en la televisión (o en la radio) que sean capaces de contar tantas cosas de manera tan inteligente como Andrés Montes. Con educación, con destreza, pero a la vez con ironía, sarcasmo, elegancia. Un tío culto, pero sin estridencias, discreto. Que igual te hacía un sainete con un tiro libre que te contaba una anécdota político-deportiva de la antigua Yugoslavia. Cada retransmisión, una obra de arte. Porque el deporte puede ser mucho más que una crónica. Un estilo único, tan peculiar como arriesgado, denostado por unos y adorado por otros. Pero que no dejaba indiferente a nadie.
A toro pasado me he tenido que enterar que Andrés Montes tuvo un cáncer, que estaba fatal del corazón, que estaba arruinado, y que, según parece, le echaron como a un perro de La Sexta por no agachar las orejas y claudicar politizando sus retransmisiones. Bien por ZP y los suyos. Espero que en la conciencia de quien sea quede la muerte de un genio. Porque es lo que era. Hasta siempre, figura.

Desasosegado

Este fin de semana pasado, varios hecho me han dado que pensar acerca del tipo de gente que habita este país. El sábado, en una cena “entre conocidos” una pareja bien avenida, enarbolaba su estandarte encarnado, de catecismo socialista estricto, ridiculizando a Aznar, haciendo bromas por el caso Gürtel y defendiendo a capa y espada la estupenda gestión económica del Gobierno ZP, así como, y aquí viene lo gordo, criticando el que la liberalización de las telecomunicaciones en España no sólo no provocó una bajada en el precio de los servicios, sino que incluso los aumentó. Con un par.
Por otro lado, en un evento deportivo, durante dos horas aguanté el tipo entre una horda de seres humanos que sin venir a cuento insultaron repetida y gravemente a, no sólo los jugadores del equipo contrario sinó a sus familias incluso, y amenazaron de muerte a los aficionados del equipo rival. Del mismo modo pude “estudiar” sus movimientos detenidamente, observando sus gestos, saludos, despedidas, comentarios, etc. que entre ellos se intercambiaban. Igual que un Félix Rodríguez de la Fuente cualquiera en medio de un bosque perdido.
De todo este aluvión de experiéncias, me quedo con la conclusión de que, o me muevo en ambientes muy sórdidos e incultos en mis ratos de ocio, o en media la sociedad española es tremendamente garrula. Hoy mi jefe se sonreía cuando lo comentaba con él, y me argumentaba que es que en realidad ése es el nivel intelectual medio de la población española, pero que lógicamente, los círculos académicos y profesionales en los que me muevo son un oasis en medio del desierto: somos horteras, incultos, maleducados, envidiosos, agresivos, no tenemos demasiadas expectativas de cara al futuro porque no vemos más que la punta de nuestros zapatos, no nos preocupamos de pensar, sino que mejor preferimos leer pensamientos (supuestamente) ya razonados, somos manipulables, insensibles, ignorantes, inseguros, orgullosos, vanidosos, … y lo peor es que no somos conscientes de todos los defectos que tenemos.
Me he quedado un poco triste después de lo visto.