lunes, 19 de enero de 2009

El erial ibérico

Por más que me intento autoconvencer, tarde o temprano termino hablando de economía con insistencia. Quizá porque me apasiona, quizá porque soy la reencarnación de algún judío, o quién sabe por qué, pero el caso es que de una u otra manera la economía me termina atrapando y colonizando todo el espacio que utilizo en mi cabeza para almacenar los borradores de posts que luego vomito en la red.
Sin ir más lejos, hoy, no se si encima, debajo o quien sabe dónde respecto a la crisis económica que vivimos, aparece la rebaja de rating de Standard & Poor’s al Estado español. Bueno, imagino que para los lectores no muy puestos en estas lides esto les sonará a chino.
A ver, para que todos nos entendamos: quien más quien menos, todos sabemos lo que es la deuda pública (letras del tesoros, bonos del Estado, etc.) bien porque lo conocemos de oidas o porque en algún momento hemos adquirido estos productos financieros. Son, en resumen, una manera sencilla que utilizan los Estados para conseguir dinero: tu, por ejemplo, al comprar Letras del Tesoro de España, le estás prestando dinero al gobierno español para que acometa gastos, con el compromiso de que en un futuro, pactado al comprar dichas Letras, el Gobierno de España te va a devolver lo que le prestaste más los intereses, también pactados en la compra. Todo esto sin riesgo alguno, puesto que es el Tesoro Público de España el que te garantiza que te devolverá la pasta.
Bien. En este punto es donde está el tema en cuestión. ¿En virtud de qué tu te has de creer que el Estado español, al vencer el plazo pactado para la devolución de tu pasta va a, efectivamente, devolvértela? Pues hombre, porque mi abuelo siempre decía que lo único seguro son las Letras del Tesoro. O mejor dicho, porque el único motivo por el que las Letras que compraste fallasen sería porque el Estado español quebrase. Imposible.
Bueno, pues esa utopía de que el Estado español quiebre es un hecho que las agencias de rating (S&P, Moody’s, etc.) están poniendo encima de la mesa por primera vez desde que tengo uso de razón. Y es algo muy grave. No ya por el hecho de que lo digan estos pollos, que daban la mejor valoración a Lehmann Brothers meses antes de su quibra, sino porque por desgracia, la valoración de estas agencias es tenida en cuenta en infinidad de aspectos relacionados con la economía nacional e incluso mundial, y de una u otra manera, nos terminarán por afectar.
Sin entrar en tecnicismos: que nos rebajen el rating los de S&P es como decir a todo inversor privado o institucional del planeta: “cuidado con España, que algo no va bien, y si tienes interés en invertir un dólar (o un euro, o un yen, .etc.) en dicho país, ya sea vía deuda pública (Letras del Tesoro o similar) acciones de empresas o símplemente abriendo un kiosko en una calle de Algeciras, el riesgo de que tu inversión se pueda ir apique es hoy mayor de lo que lo era ayer”. Ups. Creo que con este ejemplo ya he dicho bastante. No sólo ya para los que tengan adquirida deuda pública (o estén pensando adquirirla) sino para quienes trabajen en multinacionales no españolas con sede en España, o incluso para los empresarios españoles con empresas en España.
En resumen, que desde fuera están viendo algo que hace que España huela mal. Aquí, ya se sabe, entre terrorismo, paro, etc. parece que el añadir crisis a los términos que componen las preocupaciones de los españolitos de a pié tampoco nos va a cambiar radicalmente la vida. Sin embargo es el que sean “extranjeros” los que nos dicen que hay algo podrido en nuestra despensa lo que hace el tema preocupante.
Y hombre, teniendo en cuenta la escasa (casi nula) industria española, la nula inversión en I+D, más la dependencia energética del exterior, etc. etc etc. hacen que, siendo realistas, España no es más que un erial lleno de funcionarios, parados, jubilados y empleados de empresas a la deriva y sin capacidad real de maniobra, puesto que no son competitivas.
No se qué más poner en este post. Lo veo todo tan mal que igual es casi mejor dejarlo así. Si no me liaría a entrar en detalles chungos que pondrían los pelos de punta a cualquiera. Sí, mejor. En una segunda parte, quizá mejor.

No hay comentarios: