jueves, 26 de noviembre de 2009

A qué huele el Santiago Bernabéu

Ayer estuve en el estadio Santiago Bernabéu presenciando el partido de Champions League contra el Zürich. Un futbolero de pro como yo no puede irse de este mundo sin asistir a eventos de este tipo, por mucho que no le tenga en demasiada estima al club merengue.
Más que el partido en sí, que fue malo, pero malo, malo… me quedo con todo lo que pude observar allí. De entrada, decir que asistí gracias a un contacto personal que me permitió estar sentado en la misma fila que Florentino I el Grande, unos 20 metros a su izquierda. Casi nada. No quiero ni imaginar la tela que costaba la localidad que ocupé…
Los prolegómenos. El protocolo de la Champions (supongo que en gran medida condicionado por la televisión) incluye una serie de actos que no son muy normales de ver en otros campos (la puertecita de cartón por la que pasan los jugadores, el himno de la Champions junto con la sábana gigante con forma de balón estrellado que hacen ondear los niños en el centro del campo, etc.) y que son realmente curiosos. Por momentos pareciese que Dios estuviese bajando en ascensor del cielo. Quizá por eso los aficionados se ponían en pié (para mi extrañeza) y bajaban la intensidad acústica de su voz al mismo tiempo que aplaudían. Igual que ocurría en misa al entrar el sacerdote…
El transcurso del partido. Aparte del rollo futbolistico que me tragué, tuve la mala suerte de, además de ir acompañado de madridistas acérrimos (de los de carnet, bufanda y “ejque”), sentarme en una zona especialmente merengona, con lo cual pude experimentar “in situ” las vivencias de la fauna blanca en su propio ecosistema. Ahora que ya no me pueden borrar del mapa a gorrazos, he de decir que los madridistas más que temer, sienten pánico al Barça, que envidian a Messi, a Xavi y a Iniesta, y que el 6-2 del año pasado hizo mucho daño. Claro, supongo que en presencia de un culé nunca lo reconocerían…
Me pareció también muy curioso el sentimiento de grandeza que envuelve a los madridistas: el desprecio hacia los equipos pequeños (“así juega el Málaga”, “por ver esto no pagan ni los del Racing”, “el Madrid es un club señor y tiene que demostrarlo en el juego”, “los del atleti son unos muertos de hambre”, etc.), las contínuas críticas al menor error de los jugadores, etc. son, por lo visto, moneda de cambio habitual por esas tierras…
El descanso. Con bocadillos de jamón y pan con tomate en ristre (toma catalanismo en el corazón blanco) observé que los inquilinos del palco de autoridades son, al final, seres humanos como cualquiera, y ante la presencia de pitanza y priva gratis, perdiendo el decoro y el glamour, más que correr, volaban hacia las bandejas de gambas, jamón, y demás delicatessen, y a los tiradores de birra (y lo que no era birra) que tan graciosamente les servían las espectaculares (ingenieras aeronáuticas todas) azazatas en la zona VIP. Con precisión japonesa, al mismo tiempo que los futbolistas volvían al campo, los aficionados VIP regresaban a sus asientos, relamiéndose cual gorrinos tras una suculenta jornada de montanera, y casi todos limpiándose los morros con su pañuelito blanco (como los que llevaba mi abuelo) de la grasilla que adornaba sus hocicos (lástima no haber tenido la cámara allí…).
El talibán. A mi lado se me sentó un pipiolo de no más de 17 años, que dedicó las dos horas largas en las que coincidí a su lado en el estadio, a beber compulsivamente Coca-Cola de una botella de litro (que se fundió finalmente), y a berrear, con timbre de polluelo adolescente que está estrenando nuevo tono de voz, todas y cada una de las deliciosas canciones con las que nos deleitaban los genios de Ultra-Sur. Incluso en determinadas estrofas, se sentía Bisbal y se adornaba con gorgoritos. Patético.
Ultra-Sur. Qué decir de esta piara. Es mejor verlos de lejos. A la salida tuve la desgracia de tener que pasar cerca de ellos y observarlos la jeta. Estarán contentas sus madres de lo que han engendrado.
En fin, que ni fu ni fa. No estuvo mal la experiencia. Me queda un cierto regusto amargo de lo que pude ver en el estadio supuestamente más glorioso del fútbol español y (según algunos) mundial.
Desde ayer el estadio del Real Madrid me sabe a empresario setentero acompañado de lumi de lujo, a ejecutivo farlopero engominado hasta las cejas, a obrero en paro bocadillo de tortilla y vaso de Cruzcampo en ristre, a estudiante japonés ávido de fotos de estrella futbolera, y me huele a humo de puro barato, a sobaco de ecuatoriano y a perfume de mercadillo. Es cierto que el Santiago Bernabéu tiene un sabor y un aroma especiales.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy socio del Madrid. No huelo ni a perfume de mercadillo ni a puro barato. Sí, el Barça nos da envidia. Y sí, cuando tienen que salir ovacionados del Bernabéu, lo hacen. Lo del "club señor" no es una pose. En ese estadio, al que lo merece, se le aplaude. Sea el Alcorcón o el acérrimo rival, el Barça. El próximo día que vaya, si me permite la sugerencia hecha con todo el respeto del mundo, hágalo sin la venda en los ojos.

Le felicito por la buena prosa. No es fácil de ver en estos tiempos.

Un saludo

A Muñoz dijo...

Pues ya sabe usted: no vuelva!! Seguro que no le echarán de menos...además, así no tendrá que mezclarse con la plebe de farloperos, sesentones (qué vergüenza!! como se puede ir al fútbol con 60 años!! verdad??) y albañiles...gentuza, no? No como usted que, a lo que se ve, está por encima de toda esa chusma.
Ya sé que no me va a entender, pero se lo diré: humilde: Aquel que es fácil de corregir y dificil de enfadar. En las antípodas de usted...
De nada.

Javier dijo...

Saludos ante todo,yo soy seguidor del Madrid y he estado en el campo del Barsa y no habia pasado tanto miedo en mi vida y eso que yo en ningun momento se noto que era seguidor del Madrid y estaba entre los seguidores del Barsa,estoy seguro que si saben que soy seguidor del Real Madrid ,bueno no quiero ni imaginarlo...............

Neptuno dijo...

1. De verdad que fui sin venda alguna en los ojos. Incluso con algo de inocencia provinciana. 2. No creo que con mi opinión trate de enorgullecerme de nada, sino de plasmar lo que vi/viví/sentí, por lo que lo de humilde... pues al menos sigo soñando esperar serlo 3. No dudo que en Barcelona el ambiente fuese peor. Casi estoy seguro, sin haberlo vivido.