martes, 25 de noviembre de 2008

Oscuridad

El aire se espesa cuando él está cerca. El tiempo pasa despacio, desesperádamente despacio. Cada segundo es una victoria. Cada ruido, una herida. La dignidad por los suelos. La supervivencia, una proeza. El alma desea huir de su cárcel alejarse de tan cruel verdugo, abandonando a su suerte un cuerpo inerte e insensible que soporte tanto dolor. Un dolor que por lo menos sería silencioso. Los sentidos pierden su privilegiado estado de paz para ponerse a las órdenes de un corazón en guardia, que no espera ya otra cosa que ser vapuleado. De nuevo. Sin piedad. Y pasará otro día. Y nada cambiará.

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